
junto al fuego,
mientras su tenue luz
iluminaba tu rostro,
mientras el deseo encendía tu mirada
y yo,
rendido ante ti,
henchido de pasión,
te poseí una y otra vez,
¿ O fuiste tu .... ?
¡ Que más dá !
Porque jamás hasta entonces,
dos cuerpos pudieron fundirse
en uno solo,
y ya no éramos ni tu ni yo,
tan solo un torrente de lava incandescente
que emanaba el volcán
de nuestro amor.